lunes, 17 de diciembre de 2007

And the post goes to...

Hoy el blog aparca por unas líneas a quien escribe para regalarle todo un momento a aquel que más que nunca se merece ser protagonista.

Le conozco desde hace tiempo ya, pero no recuerdo el día que nos presentaron. Yo no lo elegí, y él a mi tampoco. Pero nos caímos bien, oye. Muchas horas juntos, muchos juegos compartidos, muchos viajes vividos, muchas risas echadas y algún que otro mal rato, que yo, la verdad, no recuerdo.

Sé que está muy pendiente de mí. Que se pone verde de envidia por cada viajecito que me marco; al fin y al cabo, el apostó 100% por este destino. Y sé que me echa de menos, como yo a él. Porque todo el mundo dice que nos parecemos.

Y es que mucho hemos vivido juntos. Y no siempre tan juntos. Por unas cosas o por otras, nos hemos acabado separando, temporalmente eso sí. ¿Los últimos años? Los hemos pasado compartiendo menús de comidas exóticas - está hecho un cocinillas, nervios ante posibles ascensos vía Internet - nos gusta sufrir con el baloncesto, y sorpresas que siempre salen bien - eso ya es algo natural.

Y sobre todo muchas risas. Nos hemos cogido el puntillo el uno al otro, y esto mejora con los años.

Pero esta vez no podré buscarle un libro raro de esos que creo que sólo él puede leer. Ni pensar en cómo engañarle para sacarle de casa y prepararle unas velas, este año unas cuantas, a las que dar uso. Ni tomarle el pelo con el nuevo look al que se me está aficionando. Hoy no coincidiré (o quizá sí) en ser de las primeras en estar ahí. Pero hoy, como cada año, también quiero estar ahí.

Hoy es el cumple de mi hermano. Y se me hace mayor.
(Esto efectivamente es Noruega...)

viernes, 14 de diciembre de 2007

Cambio de destino

Hoy me he levantado con morados a la altura de la rodilla. ¡Vaya codazos que se gastan las futuras generaciones de becarios! Y todo por pedirse el destino estrella de la temporada.

Dedicado a Pablo: para que entienda porque estoy aquí y no allí. ¡Bienvenido!

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Sí que podía irme más lejos

Concretamente, dos husos horarios más allá.

Esta vez nuestro puente se construyó hacia la derecha y cruzamos hasta Nueva Zelanda. Y ahora, después de haber aterrizado, ya puedo decir que necesito volver.


Nueva Zelanda, un país pequeño en comparación con Australia, y grande en comparación con el Reino Unido. La tierra de los maoríes y otra colonia inglesa con historia de recién nacida y con un patrimonio natural más que increíble.

Pecando de principiante, llegué a compararla en un primer momento y una vez allí con lo que ya tenemos en casa. “Los Picos de Europa y esto, no muy diferente”. Y afortunadamente, ¡qué equivocada estaba! Montañas, sí, pero aquí tendían a infinito. Verde tenía, también, pero un verde de color “verde indescriptible”. Ríos había, y lo mismo, ríos de una claridad extraordinaria.

Según lo que me contaron este verano, me atrevería a decir que con un aire a Noruega. Cadenas ininterrumpidas de todos los accidentes geográficos y dibujos naturales que se puedan imaginar: glaciares, cascadas, lagos y ríos, montes y montañas, bosques de helechos y helechos gigantes. Y parques nacionales que dejan la boca abierta.

Nuestra primera toma de contacto con lo local fue en Christchurch, en la isla del Sur. Y elegido como punto de partida recorrimos en tres días unos 1.600 kilómetros montaña arriba y río abajo. Y nos quedamos cortos.

Vengo sin palabras. Ver delfines en su entorno natural no tiene precio. Ver delfines con aletas que acabaron confundiendo nuestra percepción y haciéndonos dudar de si efectivamente eran delfines. Oler focas a 50 metros es todo un arte aprendido al sol. Y por primera vez soy capaz de caminar mirando alrededor en un ángulo de 360º para no perder detalle. Irrepetible.

Me quedo con su color, su textura y su efecto sobre mí. “El país del plastidecor”, porque nunca aluciné tanto con los colores de la naturaleza como en este viaje: flores moradas, rojas, y moradas y rojas; amarillos de campo; y verdes que marcan. Y el azul, ese azul que ya pasa a grabarse en mi retina: un azul como el de los ríos que pintábamos en EGB. Azul turquesa, brillante, opaco, mixto y bonito. Sobre todo bonito. Y único.

Me quedo con la gente. Con su responsabilidad por cuidar el entorno, lo suyo; con su responsabilidad, y no propiedad, sobre la tierra. Con su disfrute del aislamiento en el que viven: una cultura basada en la ingenuidad y en enterarse lo justo de lo que ocurre en el resto del mundo como método sencillo de resolución de problemas. Puede que funcione. Y puede que temporalmente lo exporte. Y me quedo también con sus nombres, toda una exaltación a la sonoridad: el monte Akaroa, el lago Wanaka y nosotros, los no maoríes, los Pakeha.

Me quedaron muchas cosas por ver, pero tranquila volé de nuevo a “casa” con la certeza de que volveré. Porque aún me queda practicar deportes que acaben en –ing; escalar glaciares; sobrevolar lagos en helicóptero; acampar en cualquier parte ¡cualquier parte!; kayakear en los fiordos; aprender la danza de los All Blacks; saludar con la nariz a los autóctonos; y ver un kiwi de cerca.

Para los seguidores de “no-sé-qué-peli”: sólo me queda añadir que algo vi de la comarca, que las montañas nevadas se cruzaron en mi camino y que no lo encontré. El anillo. No.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Palabras que contengan la eñe

Morriña. Eso que a veces, en pequeñas dosis, nos llega a todos, incluida yo. Sí, lo confieso, ha habido momentos “más bajitos” de humor que otros… y de vez en cuando tengo una pequeña manifestación…peeeeero estoy aprendiendo a acostumbrarme a ellos, a verlo normal y a pensar en que, bueno, solo estoy a 17.000 km de casa…

El caso es que el otro día me acordé mucho de la ñ, sí, de España. Nada más casero que ir a una cata de aceitunas; dejemos de lado pequeños detalles como el hecho de moverse en el coche oficial por la ciudad. Quedémonos sólo con la música de “My way” a la española. La España profunda y el naino naino naaa sonando a toda pastilla por las calles del centro. Una vuelta fugaz a mis orígenes de pachanga. Un ritmillo en los pies casi instantáneo. Un hablar demasiado alto para los locales. Y probar las aceitunas con anchoas al estilo bar de toda la vida. Pero en plan gourmet, que aquí somos todos muy finos, incluidos los españoles.

Me regalé un momento de morriña patria porque ya han pasado dos meses; porque son fechas de eso; porque soy una floja; y porque el calor me atontona.

Pero no me quejo, que algunos lo pasan peor.

(y a esto me dedico yo en la oficina...anda que...)

jueves, 29 de noviembre de 2007

De terapia

Nunca pensé que venir hasta aquí sirviera o sirviese para algo más que para aprender inglés, coger experiencia laboral, viajar, hacer surf, pasar las Navidades muy lejos de casa, y todos los etc. de mi primera primerísima entrada.

Nunca pensé que aquí abajo haría tan grandes amigos. O mejor dicho, que cogería algo parecido al cariño a aquellos que en algún momento ya se habían cruzado en mi camino.

Venía avisada. Pero nunca pensé que fuera para tanto. Este país está habitado no sólo por ex – convictos y aborígenes, sino también por nuestras amigas las moscas, las polillas, las cucarachas, en particular, y demás insectos en general.

Nada más llegar nos presentaron a las polillas. Nada más y nada menos que en forma de plaga. Aquello parecía una peli a lo Independence Day y el “se acerca el Apocalipsis”. Recuerdo estar en pleno centro urbano, en una cabina, llamando a mi madre casi por primera vez, y al mismo tiempo sorteando a cientos y cientos de esos bichos haciendo vuelos de reconocimiento unas, y de exhibición otras, más expertas. Y mientras, “mamá, que sí, que ya llegué…¿Sydney? Bien, bien, bfff, un calor…”, y de fondo manotazos al estilo escudo protector.

Segunda observación, las moscas. ¿¡Pero qué invento es éste!? A éstas nos las encontramos a primera hora de la mañana, al ir a trabajar. Nadie como ellas para dar los buenos días zzzuzzzurrándote al oído. Y nunca vienen solas. Se traen a toda la familia y a parte de los compañeros de facultad. Y no van a la comida, van a tu cara. Y no te marean y pasan de largo, sino que montan el chiriguito en tu espalda. Y te las llevas en plan mochilero riéndote de otros, mientras tú, pobre infeliz, llevas también tu mochila full de corazones.

Y ya por último, las más populares, las reinas del baile, las cucarachas. Grandes amigas so far. Y grandes amigas, digo bien, porque siempre están ahí, sobre todo cuando no las llamas. Las hemos visto por la calle: en plan duelo, la miras, ella te mira, y cada una sigue por su camino. Las hemos visto en alguna ducha de algún backpacker: cosas que una madre nunca debería saber. Y las hemos visto en algún sitio más, pero no daré detalles. Aunque aprovecho para hacer un llamamiento en favor de la convivencia pacífica.

Aún no estamos en la peor época. Se acerca el calor de verdad, y por lo visto todos los bichos mutan y aumentan un par de tallas. No quiero ni pensarlo.

En cualquier caso, de lo que estoy más orgullosa es de haber aprendido a comportarme con cada uno de ellos. En España no teníamos apenas contacto. Aquí, casi casi existe ya una relación fraternal. Y yo también, como los australianos de verdad, sé mostrar indiferencia ya, como mayor desprecio. Y mantengo mi rictus más o menos impasible cuando me dan guerra. Más o menos.

lunes, 26 de noviembre de 2007

O como quitar el cuidado

Ésta va a ser la brevísima narración de un viaje relámpago, de una visita a un nuevo Estado y de un tick más en mi lista de cosas por hacer. Y todo ello en un solo día.

El mal tiempo en Sydney nos animó a coger el coche y plantarnos en Canberra. La capital del país. La capital del Mini-Estado de Australian Capital Territory. La sede del Parlamento. La Washington DC de los aussies. Y la ciudad residencia del Primer Ministro. Justo el día de las elecciones generales, toma ya.

Pero eso ayudó a darle vidilla (o no) a una ciudad burocrática, política, institucional, sosilla, por excelencia. Aunque con una historia inicial bien curiosa:

Hace muchos, muchos años (según los locales, porque en realidad hablamos tan solo de principios del siglo XX), Melbourne y Sydney, rivales a más no poder, no se ponían de acuerdo en cuál iba a ser la sede del Parlamento. Así que a falta de jugársela a los chinos (en aquella época no habría taaaantos como hay ahora), el famoso “ni pá ti, ni pá mí”, y diseñaron a medida una nueva ciudad: Canberra. O en aborigen, “Meeting place”, a medio camino entre las dos.

Como decía, capital del país con todo lo que ello arrastra:
Sede de grandes instituciones, como por ejemplo, el High Court of Justice, 1 2 3 responda otra vez, "el High Court of Justice ... hmmm ... estoooo ... pffff ... y ya"; de todas las embajadas y representaciones diplomáticas; de los Parlamentos, el antiguo y el actual, justo cruzando la calle; y del memorial a los caídos en el campo de batalla, que nunca falta en ciudades de este estilo (nos chocó que hubiera toda una avenida llena de estatuas y mausoleos en la parte izquierda, y completamente vacía en la derecha... espero que no estén haciendo hueco para futuras dedicatorias...)

Canberra: ni fú ni fá. Dimos las gracias a todos los dioses porque por una vez la oficina no esté en la capital del país. Aún así, fichamos la Embajada, just in case. ¿Y cuál de todas es…?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Ya

Dedicado a todos aquellos que me seguís y lo decís. Y a aquellos que no, pero que sé que estáis ahí.

A los que pasáis calor, y a los que os estáis pelando ya de frío; a los que estáis lejísisimos, y a los que parece que cerca, pero también lejos, desde aquí todo se ve lejos; a los que aprendéis nuevos idiomas; a los que disfrutáis de saunas y experimentos locales; a los que sufrís de vértigos; a los que os aficionáis tarde al Canei, pero os aficionáis; a los que os lo pasáis en grande en las profundidades marinas; a los que os ponéis nerviosos en vuestra primera clase de inglés; a los que podéis llegar a hacer escapadas a castillos de Francia; a los que sonreís, siempre, y os partís de risa con los niños que se llaman “tío”; a los jánderes que disfrutáis viendo ondear la banderita; y a los que le sacáis partido a un traje antes de conocer a Paquines; a los pares (y a los impares); a los que brindáis por Recogío; a los que cantáis muy bien los jueves; a los que interpretáis temas futbolísticos; a los que veis Brujas, porque haberlas haylas; a los que os gusta el toque minimal y optimal; a los que para vosotros somos todos cari; a los que manejáis el Excel everyday; a los que os estoy perdiendo por el mal camino; a los que os echo de menos para merendar; a los que huís de incendios al estilo Malibú; a los que iniciáis pretemporada, he dicho, iniciáis; a los que vais en bici al curro, ja me maten; a los que parecéis gigantes al lado de millones de individuos de medio metro; a los que pasáis desapercibidos, porque tenéis vuestro encanto; y a los que vais a pasar del gris al multicolor en breve; a los que justo me llamáis cuando os estoy llamando; a los que os gusta ir dando pasitos; a los que os da por casaros cuando yo estoy a tomar por saco; a los que sois bellas personas y además, artistas; a los que celebráis cumples multitudinarios; a los que sois capaces de dormiros en cualquier situación; a los que lloráis de risa; a los que os entusiasma el Mediterráneo a pesar de ser de secano; a los que ponéis vocecita, y a los que yo os pongo ojitos. A los que siempre estáis ahí

A todos vosotros, ¡Feliz Navidad! (¡¡¡Ya!!!)

Ayer encendieron las luces de Navidad. Y el árbol. Y vino Santa. Y ya están las calles preparadas. Y el camino a la oficina. Y hasta el café de media mañana, al estilo “Glorious Christmas”.

martes, 20 de noviembre de 2007

La ciudad más aislada del mundo

Una afirmación que da miedo, pero una verdad constatada. 2.500 millas de desierto rojo son muchas millas.

En un Estado con carreteras milkilométricas y densidad de población rozando los valores negativos, afortunadamente también hay oasis en forma de perfiles playeros paradisíacos (las 3Ps) y puntos de encuentro hechos a medida.

Este fin de semana, las distancias dejaron de dar vértigo. La ciudad del título me ha acogido con los brazos abiertos. Me ha enseñado lo que significa pararse el tiempo, lo prometo: el silencio abismal que se crea cuando congelas una imagen ha tenido eco nocturno, retumbando al estilo Swan Bells. Me ha engatusado con el kite-surf, y ante tanta maniobra, me ha quitado de golpe las ganas de aprender. Me ha sorprendido tapándome los ojos ante lo ya conocido, y guiñándome uno ante lo nunca visto. Me ha dedicado un Merry Christmas en sus calles peatonales vacías de peatones. Me ha regalado paseos infinitos andando en círculo. Me ha despertado con un buenos días en medio del silencio nocturno, y me ha aburrido con su ritmo horario aussie y mi espíritu (aún!) cañí.

Este fin de semana me he asomado al Océano Índico y he podido comprobar que la Tierra sí que es redonda.
Este fin de semana he estado en Perth, en la otra punta de esta punta del mundo. Una ciudad australiana más. Pero única en su especie. Y ya estoy de nuevo en Sydney.

martes, 13 de noviembre de 2007

Come and knock on my door

Cada vez que entro en el portal de CASA, no puedo evitar entonar la canción al ver el edificio con tanta puertas de “pase sin llamar, que está siempre abierto”. Apartamento para cuatro en este caso, y CASA por fin. Gracias a todos por poner velas a la plantilla completa de santos inmobiliarios. Después de semanas deambulando de youth hostel a budget accommodation, de tener como anfitrión desde un indio (aquí abajo os lo presento por fin) hasta un chino, de pasar de litera de arriba a litera de abajo, de colocar maleta en vertical, pero nunca en horizontal, ahora ya puedo decir que tenemos un “hogar”.

¡Por fin! Fuimos los elegidos (es lo que tiene la experiencia; el famoso día de inspección de casas, rellenamos la application form enseguida). Y le caímos bien al hombre. Y le pusimos ojitos. Y nos dio la casa.

Al final no hay playa, peeero los vecinos de enfrente tienden sus neoprenos en el balcón.
Al final no podemos ir andando a trabajar, peeero tenemos la estación central al lado.
Al final no hay piscina en el edificio, peeero sí en un parque cercano.

A los que pensáis venir a visitarme (ejem, todos a la vez no, por favor) que sepáis que vais a contar con una ubicación excepcional y 100% autóctona: vivimos en pleno barrio aborigen. Al decirlo por aquí, te miran pensando, ¡qué chungo! Y bueno, vaya, no tanto; curioso cuanto menos. El consejo municipal al lado; la escuela de primaria al lado; la tienda de arte enfrente; y el paisanaje aborigen que te cruzas por la mañana. Inmersión en la cultura de destino, que se llama.

La casa, pues bien, con terraza suficiente para hacer barbacoas y con salón suficiente para jugar a la Wii. Mi habitación, con vistas a la puerta de los del neopreno, y con una cama gigante en la que duermo en aspa. Mis flatmates, todos compañeros y residentes en Sydney.


Y la tranquilidad por fin llega a las Antípodas, que con tantas horas de diferencia se había quedado por el camino. Y no, no había jamón al vacío al fondo de mi maleta. Me da que se quedó en el aeropuerto; al aduanero le llamaban Billy el Rápido.

#Apósito de hoy:
Dedicado a mis compañeros del C: he vuelto a ver un crédito comprador, y CESCE ha reaparecido en mi vida, y la prima también, y el riesgo…ayayay…a punto he estado de echar una lagrimilla, pero no… he sido fuerte…

lunes, 12 de noviembre de 2007

Pacto con el diablo

…de Tasmania. Nos fuimos de puente y bajamos hasta Tasmania, tierra conocida por los Looney Toons. Así que todo un reto.

Once expedicionarios (España se quedó sin representación en Australia por cuatro días) partieron en una de las poderosas low cost aussies y se plantaron allí un miércoles de octubre. Los cuatro ICEX revivimos por unos días la experiencia albergue otra vez, aunque sin traumas.

Pero centrémonos en Tanzania, perdón, Tasmania: os cuento, es una isla situada al sur de Australia, a unos 250 kms de la costa; nació como colonia penitenciaria para acoger a vagabundos, truhanes, estafadores y prostitutas a comienzos del XIX, y hoy por hoy es lo más inglés que tienen los australianos. Su capital, Hobart, y la segunda ciudad más importante, Launceston. Y allí aterrizamos.

Este ha sido un viaje de carretera, paisajes y caminatas. Y fauna y flora, algo que ya estaba echando en falta.

Estuvimos en el oeste: en el Parque Nacional de Cradle Mountain. Allí vimos cataratas, conocimos a los rangers, recorrimos senderos inexplorados adentrándonos en las profundidades de los pinos, eucaliptos y helechos, pisando barro, oliendo a naturaleza y bordeando lagos de foto.


Y luego fuimos al centro para dormir en el este: llegamos a Frecynet Nacional Park, volvimos a hacer rutilla caminando (y a la vuelta escalando) para llegar a playas espectaculares de arena blanca, cero visitantes y agua congelada como la Wineglass. De esas que una vez pasado el calvario de la ida, piensas “merece la pena haber venido”. Dormimos en “bungalows” enfrente de la costa y jugamos al billar con pescadores ¿tasmanos?, nada más típico.


Y acabamos en el sureste: visitamos acantilados y obras de arte de la erosión y de la glaciación, y conocimos Port Arthur, el refugio, es un decir, de los malos malísimos de la época y que llegó a albergar a 12.000 hombres codo con codo.



Y llegamos a Hobart, ahora sí, la capital, la segunda ciudad más antigua de Australia. Y la ciudad más triste del último mes. Hizo de noviembre al estilo hemisferio norte, llovió, refrescó y no nos dejó que viésemos lo bueno que seguramente oculta. Solamente una zona, Salamanca, que me acercó por una foto a la tierra de más allá.

Tasmania: para mí, la isla del cielo de los Simpsons, de los paisajes a lo Tim Burton y de las gentes descendientes de convictos. Porque vaya “fauna” que hay allí, lo mejor de cada casa.

Y la tierra en la que aprendí a echar la bronca a un pequeño wallaby; en la que salí corriendo desatada por la carretera detrás de un wombat; en la que espié entornando los ojos a un tímido echidna; en la que perdí la cuenta intentando contar ovejas; y en la que ni vi de lejos a una ratilla de esas chillonas llamadas diablo de Tasmania.

jueves, 8 de noviembre de 2007

La oferta del día

Me pasaría horas y horas de pasillo en pasillo empollándome cada estante del supermercado. ¡Cuántas pijadas tienen aquí! ¡Y cómo se nota la mezcla de tendencias gastronómicas! ¡Y la omnipresencia asiática! Cuánto noodle, cuánta salsa y cuánta soja, cuánta comida ya preparada, y cuántas marcas extrañas (mucho material hay aquí para Juliño...) Y tantas variedades de todo que es necesario llevarse el diccionario o ponerle ojitos al reponedor para entender los ingredientes.

Inauguro una minisección (a ver cuánto dura) para enseñar fotos de lo divertido que puede ser hacer la compra. Cuánto me queda por descubrir. Y con qué poco me entretengo, estoy pensando...hmmm…

Y empiezo por una de mis favoritas:
“Los bebitos piraos” (bastante desagradable el momento tripas fuera).

martes, 6 de noviembre de 2007

Y de primero

...pues pizza, que eso gusta a todo el mundo.

Esto ocurrió hace un par de semanas ya. Pero no quería dejármelo en el tintero.

Despedida de Laura, analista de la oficina, y cena en la terracita de The Australian, con vistas lejanas al Harbour Bridge, a la Ópera y a los tejados del centro. Comida para picar. Y pizza, que gusta a todo el mundo.

La base básica y encima, pues lo normal, canguro. Eso de color indescriptible, diríamos que color carne.
Lo probamos por curiosidad. No tengo fotos del después, sólo del antes. Hmmm… Veredicto: “Sabe a oveja vieja y sudorosa” y está dura.

Siempre nos quedará el emú.

miércoles, 24 de octubre de 2007

La Listilla

El oráculo de todo recién llegado suele ser el antecesor, aquel que lleva aquí más tiempo, aquel sabio con experiencia sobre el terreno y con agilidad demostrada para discernir entre lo interesante y lo indispensable, entre lo típico y lo extraordinario. Tiramos de esta sabiduría popular para elaborar un pequeño y no del todo representativo esquema de lo que tenemos que hacer antes de... bueno, cuando queramos.

Y eso es, sólo un esquema, una lista, mi gran descubrimiento de este año. Porque para esto sí que gusta tomar apuntes, escuchar atentamente y estudiar y ampliar si es necesario.

domingo, 21 de octubre de 2007

Encementados

Así estuvimos todo el día de hoy, que Hoy se escribía con D de Domingo y Descanso. Segundo fin de semana por aquí y segunda ruta playera. Ya se nota cada vez más que se acerca el verano.
Volvimos a ir a la playa, a las dos playas que ya conocéis, y nos dedicamos a bordear el Pacífico, de Coogeee a Bondi andando. Unos seis kilómetros. Una hora y media de solanera. Y como aquí el sol es malo malísisimo, protección solar del 30 (como cemento...) Menos no hay. Y eso no chupa, como suele decirse, ni a tiros. Así que blancos todo el día, bien acartonados por la crema.

Después de un desayuno ligerito (pancakes con sirope y muffins de chocolate de unos cuatrocientos gramos/unidad), llegamos a Coogee.

¿Y qué se ve?

Bah, poca cosa, agua azul verdosa, rocas erosionadas con suavidad, miles y miles de surfistas y aprendices de, imaginación al poder pensando en qué habrá más allá del horizonte, un viento racheado helador que viene paradójicamente del sur y que te hace tragarte las migas de la merienda de los exploradores que están en la Antártida.

Y a mitad del precipicio, boca abierta: un cementerio con vistas. Aunque algunas tumbas estaban del revés (qué mala leche por parte de los herederos aún en vida…).



Nuevas playas, Bronte, Tamarama, rincones de escándalo, y la meta en Bondi (Bondai, Bondai), donde hoy se respiraba más que nunca el olor de las barbacoas, se escuchaban los scratch de los pinchas flipaillos, y se palpaba el surco de las tablas de surf en la arena.

De nuevo contrastes: cinco de la tarde, un café para llevar y en manga corta mirando las olas. Post poético, una vez releido. Sin embargo nada más lejos.


(El tema casa queda aparcado…actualizaré…)

martes, 16 de octubre de 2007

Instrucciones para ser “El elegido”

El tema buscar casa se está convirtiendo en una extremidad más de mi todavía blanquito cuerpo (aunque preparado para tornarse escultural y moreno en breve). Bueno, sin desviarnos del tema…Aún estamos sin casa. Esto se está convirtiendo en un sinvivir, en un sin saber dónde duermes esta noche, en un sin poder deshacer la maleta…

El tema buscar casa en Australia es “bien sencillo”: tú vas y te compras el periódico con el suplemento inmobiliario, normalmente los fines de semana; al mismo tiempo, no pierdes de vista las páginas de internet de alquiler de pisos (dándole continuamente al F5 para actualizar cualquier mínimo cambio) y/o dependes de la caridad de los becarios que están aquí y rezas para que te acojan nada más llegar.

Una vez seleccionada la casa de tus sueños, esa con vistas impresionantes a la bahía, recién pintada, amueblada, cerca del centro pero con buenas conexiones para ir a la playa… pues la deshechas, obviamente, porque o bien no existe, o ni de coña entra dentro de tu presupuesto medio para la semana.

Así que sigues buscando y llegas al nivel en el que nos encontramos la mayoría de los mortales: las casas bien, vaya, bien. Y llamas a la agencia y te dan cita. Y llegas a la hora, y como tú hay otros cincuenta. Y los cincuenta entráis a la vez a ver un apartamento de 50 m2. Y todos os tiráis al cuello del Property Manager para hacerle las mismas preguntas sobre las facturas, la fecha de disponibilidad y lo más importante, la application form, la famosa application form. Ésa en la uno tiene que convencer al que alquila la casa de que es el mejor candidato, con el mejor sueldo, con el premio al más limpio, con el nombre más raro o con la cara más simpática. Porque aún no sabemos qué criterio siguen para elegir al elegido. El caso es que toca hacer la pelota, y después de haber acabado el colegio hace tiempo, uno está desentrenado para eso.

Y así nos va. Mientras tanto, sobrevivimos en un literalmente “alojamiento ajustadito al bolsillo” regentado por un indio enorme que abre los ojos como dos paellas cuando le hablas, que vivió en Vigo y que conoce a “Juan Carlos, sí hombre, el Rey, y a ésta, su mujer, cómo se llama, ah, sí, Sofía…”


Sólo ha pasado una semana. A ver si ésta por fin puedo descubrir lo que guarda el fondo de mi maleta…

lunes, 15 de octubre de 2007

“No sabía yo que los chinos se ponían negros”

Expresiones como ésta las oí en boca de alguno de mis compañeros cuando pisamos de cerca una de las playas más conocidas de por aquí, la Bondi Beach (leáse Bondai, eh, ignorantes de la vida como yo).

Tarde de octubre, y la gente bañándose, aunque no tenía el agua pinta de escaldarte la piel.

El caso es que esa ya es una playa típica australiana en una zona típica australiana, al menos típica desde los tópicos. Casas playeras, tiendas mezcla surf-Fuencarral, surferos y surferas con la tabla bajo el brazo, el safe guard paseando al trote de un lado a otro por la orilla, camisetas de Zara que destacan entre tanta Quicksilver, Billabong, Roxy y compañía.

En fin, lo que uno se imagina, salvo los mitos que se caen:

Ayer domingo, tocó de nuevo día de playa. Coogee se llama ésta. Sol y aguas verdosas. Y vigilantes de la playa. No todos los australianos son cachas y están morenos; más bien al contrario, diría que tiran a tonos rositas y, en fin, una imagen de aquí el amigo Baywatch lo dice todo (por supuesto, hay excepciones, hasta chinos que se ponen negro tizón).



miércoles, 10 de octubre de 2007

El día que nunca existió

Hablamos del seis de octubre. Después de tantos cambios horarios, pasamos de estar de noche a día 5, a continuar de noche, y a ni oler el día. Y llegar el día siete, así de fácil.

El viaje dio para mucho: ¿la rutilla? Madrid-Londres-(Singapur)-Sydney.

Entre mientras, cenas y cenas, desayunos British, una siesta de unas nueve horas, turbulencias y descensos bruscos varios, 31ºC a las 6 de la tarde, -57ºC a las 4 de la mañana, un recoge-carritos en el aeropuerto singapureño que tenía unos cien años, masajitos en los pies en el mismo aeropuerto, calcetines+antifaz+mantita y almohada para empezar películas y no terminarlas, fumigación en el avión (Daniel Esteban, tenías razón), un aborigen, ¡mi primer aborigen!, una first class que dejaba con la boca abierta, una clase turista que olía a croquetas cuando recalentaban la comida, un abrocharse el cinturón sobre la manta, ¡menuda imagen…!, un auténtico Cocodrilo Dundee andando sonámbulo al baño con el antifaz de antes sobre la frente, bfff, una niña que cantaba adorando a Mary Poppins, un poli singapureño que al verme el pasaporte dice “Lobles, Lobles.. glacies”, estiramientos pro-circulación sanguínea en los aeropuertos, un intento de colegueo fingido con el hombre de la aduana que eligió mi maleta para abrirla y resobar mis cosas...

Y ahora llevo un par de días aquí. Por fin sé lo que es el jet lag…¡anda que no nos estamos conociendo bien él y yo! Levantarme a las 6 y media de la mañana para ir a trabajar no tiene precio; despertarme a las 5 de la mañana ojiplática tampoco; y ya lo de estar zombi todo el día, como de resaca larga, e irse muerta de sueño a la cama a las 8 de la tarde es el colmo.

La ciudad, bien, gracias: abarcable, tranquila, occidental y llena de asiáticos, con casitas muy pequeñas, adosaditas, al lado de rascacielos que parecen un decorado de corta y pega, y con más asiáticos, con pocos españoles, (aunque a todos ellos nos los hemos encontrado ya por la calle), con semáforos que duran una micronésima en verde, con aborígenes en continua resaca, ¿¡será el jet lag!?, con la posibilidad de vivir las cuatro estaciones en un solo día, con australianos típicos de chanclas aunque llueva y tabla bajo el brazo, y Ezté, sí, ya vi la Ópera así que ya me puedo volver.


Perdonad por el caos literario, pero sigo atontolinada.

* Apósito de hoy:
¿Primer día en la oficina? Con 22 emails en la bandeja de entrada de aquí...

jueves, 4 de octubre de 2007

An Earth without maps

Es lo que ahora tengo en mente. Llegó el día D, mañana me marcho a las Antípodas, qué graciosillo quedaba decirlo al principio, qué lejos se me hace ahora…

Mis compañeros “seismesinos” ya se han ido (esto es como el proyecto, hasta el último día no me toca, y ya todos van pasando)…mi familia ya me ha llamado para desearme buen viaje (los que han podido me han visto y me han dado los “cachetes-típicos-para-una-sobrina-que-se-va”)…mis amigas ya se han despedido hasta no sé sabe cuándo (cuántos momentos voy a echar de menos)…mi casa ya con calefacción me dice adiós, casi con una sonrisa torcida (tiene ganas de recuperar el orden tras el caos-maleta del último momento)…y tengo un blog. Hasta ahí, cumplo con el protocolo.

Y bien: todo lo que viene ahora es incierto. Como ET, mi casa, mi teléfono, mi oficina... aún están espesos en el horizonte. Las expectativas son buenas, la temperatura en destino anima, la diversión está asegurada. Pero yo hoy estoy falta de reflejos. Voto porque en 2008 podamos teletransportarnos.

Aún no me hago a la idea. Mientras recojo mis últimos resquicios leoneses, me voy ambientando... Y allí os espero.


miércoles, 26 de septiembre de 2007

Veintidós horas cuarenta

No es la hora a la que salgo.

Son las horas que al final tardo.
Aunque siempre habrá que llegar a Londres primero…

jueves, 20 de septiembre de 2007

Dos habitantes por km2

Haciendo un cruce de variables entre extensión y número de habitantes, me corresponde compartir un kilómetro de suelo australiano con otro compañero. Me río de los minipisos españoles.

Después de largas jornadas de investigación, horas y horas en la hemeroteca cotejando datos, estudiando documentos gráficos y empapándome de la vida y milagros de los habitantes de allí donde voy, puedo confirmar que mi viaje, próximo próximo ya, parece desde fuera curioso, interesante. Para muestra, cifras con letras:

* Me voy a la ciudad más vieja de Australia (de 1788, ¡¡uy, qué vieja…!!), en la que están representadas más de 200 nacionalidades, pero me conformo con conocer a alguien medianamente autóctono, pariente de ex convictos y eso.

* Los aborígenes llevan allí más de 40.000 años; ahora se visten con camisetas de Coca-cola y gorras de los Nicks, pero la esencia es la misma; y además, disfrutan (ellos y todos) de más de 300 días de sol al año (ni en Canarias...)

* El arrecife de coral ocupa así como 350.000 km2; igual que Polonia, vamos.

* Hay tres husos horarios: este, centro y oeste. Me levantaré entre 8 y 10 horas antes que vosotros, según la estación; con un margen de +- media hora si acaso me quedo a dormir en el medio de Australia.

* El agujero de la capa de ozono más grande de la Tierra, ¿dónde? Pues sí, justo encima de, of course: 26 millones de km2 de nada...

* Son los reyes de la lana, con 160 millones de ovejas, y aún así no se ponen jersey ni en invierno, con mínimas que no bajan de los 8 grados (bah, eso en mi tierra es primavera tirando a calurosa...)

* ¡Viva la flora y fauna!: de las 20.000 especies de plantas que existen allí, 17.000 no se encuentran en ningún otro lugar; de las 268 especies de mamíferos que existen allí, más del 80% no se encuentran en ningún otro lugar; y más del 80% de los insectos y arácnidos que existen allí, tampoco. ¿Accidentes con tiburones? Bua, nada, unos 12 al año. Y lo más molón, 8 de las 10 serpientes más venenosas del mundo… sí, viven allí.

Y poco más que añadir, ya está todo controlado: en las zonas del norte sé que tengo que tener precaución al acampar, porque hay cocodrilos; que me tengo que echar repelente contra las picaduras de mosquitos, porque hay riesgo de contraer la fiebre del dengue o la fiebre del Río Ross (?); y que en las playas me tengo que bañar en las zonas acotadas, porque hay medusas y demás.

Ale, ya os dejo más tranquilos.

Apósito de hoy:
Habemus fecha: 5 de octubre.

lunes, 3 de septiembre de 2007

"Hija mía, no te podías ir más lejos"

Efectivamente.

Me voy a Australia: un año justo en la otra punta del mundo. En apenas un mes estaré al revés, a unos 17.000 kilómetros de la que en este momento es mi casa, en plena primavera del hemisferio sur.


Me marcho a las Antípodas para observar la fauna y flora que por allí abunda. Para generar un moreno que me dure hasta el año que viene. Para perfeccionar mi estilo sobre la tabla y, sobre todo, al correr tras ella. Para ver de cerca un ornitorrinco y comprobar si tiene más de orni que de rinco. Para experimentar eso de vivir en una isla, yo que soy de interior, aunque la islita en cuestión sea así como un continente. Para proporcionar destino exótico vacacional a la mitad de mi familia y parte del extranjero. Para ser la primera que celebre el nuevo año, ole! Para apreciar el arte aborigen en estado puro y calcar algún dibujito para mi salón. Para hacer un poco el payaso mirando a los ojos a algún pez ídem. Para depurar la técnica del boomerang, que ya la tengo olvidada. Para reírme del jet lag y del síndrome de la clase turista después de un viaje estimado de entre 24 y 30 horas. Para hacerme una foto en el desierto rojo y ponerla luego de fondo de pantalla al más puro estilo Windows.

Mamá, papá, me marcho a trabajar...

Prometo desde aquí fidelidad al blog y esfuerzo descriptivo en las entradas; lo de la constancia ya lo dejo en el aire. Potenciales lectores, bienvenidos.