Pero centrémonos en Tanzania, perdón, Tasmania: os cuento, es una isla situada al sur de Australia, a unos 250 kms de la costa; nació como colonia penitenciaria para acoger a vagabundos, truhanes, estafadores y prostitutas a comienzos del XIX, y hoy por hoy es lo más inglés que tienen los australianos. Su capital, Hobart, y la segunda ciudad más importante, Launceston. Y allí aterrizamos.
Este ha sido un viaje de carretera, paisajes y caminatas. Y fauna y flora, algo que ya estaba echando en falta.
Estuvimos en el oeste: en el Parque Nacional de Cradle Mountain. Allí vimos cataratas, conocimos a los rangers, recorrimos senderos inexplorados adentrándonos en las profundidades de los pinos, eucaliptos y helechos, pisando barro, oliendo a naturaleza y bordeando lagos de foto.
Y luego fuimos al centro para dormir en el este: llegamos a Frecynet Nacional Park, volvimos a hacer rutilla caminando (y a la vuelta escalando) para llegar a playas espectaculares de arena blanca, cero visitantes y agua congelada como la Wineglass. De esas que una vez pasado el calvario de la ida, piensas “merece la pena haber venido”. Dormimos en “bungalows” enfrente de la costa y jugamos al billar con pescadores ¿tasmanos?, nada más típico.
Y acabamos en el sureste: visitamos acantilados y obras de arte de la erosión y de la glaciación, y conocimos Port Arthur, el refugio, es un decir, de los malos malísimos de la época y que llegó a albergar a 12.000 hombres codo con codo.
Y llegamos a Hobart, ahora sí, la capital, la segunda ciudad más antigua de Australia. Y la ciudad más triste del último mes. Hizo de noviembre al estilo hemisferio norte, llovió, refrescó y no nos dejó que viésemos lo bueno que seguramente oculta. Solamente una zona, Salamanca, que me acercó por una foto a la tierra de más allá.
Tasmania: para mí, la isla del cielo de los Simpsons, de los paisajes a lo Tim Burton y de las gentes descendientes de convictos. Porque vaya “fauna” que hay allí, lo mejor de cada casa.
Y la tierra en la que aprendí a echar la bronca a un pequeño wallaby; en la que salí corriendo desatada por la carretera detrás de un wombat; en la que espié entornando los ojos a un tímido echidna; en la que perdí la cuenta intentando contar ovejas; y en la que ni vi de lejos a una ratilla de esas chillonas llamadas diablo de Tasmania.
1 comentario:
Ups has cambiado los kalamarcillos por los canguros... me encanta....
Espero que todo vaya bien
Bikiños perrakilla!!!
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