jueves, 29 de mayo de 2008

Akaroa

Porque lo bueno de que la Oficina tenga jurisdicción de dos países así curiosos y dosmilquinientas islas del Pacífico es que en algún momento te manden por ahí por trabajo.

Y te mandan, sí. Nos fastidiaron un puente majete para mandarnos a una feria de alimentación a Nueva Zelanda. Qué mala leche, ¿verdad? Alimentación y Nueva Zelanda. Bfff. Vaya, que me perdí a Hafner por las antípodas, pero gané chorizo y San Miguel. Uno por otro.

De nuevo, no me equivocaba. Dicen que la isla sur gana por goleada a la norte, pero a mi no me gusta discriminar así porque sí, y me quedo con la dos. Que Auckland tiene su algo. El algo que hace que las ciudades se ganen un poco de ti. No se sabe si por lo que tienen o por lo que consiguen sacarte. Y Auckland tuvo para nosotros tranquilidad y un atardecer de lujo desde la torre, desde la que además del puerto, que los neozelandeses son muy de mar, se veía casi casi el otro hemisferio, que casi dábamos la vuelta por el lado cóncavo si nos poníamos de puntillas.

Nueva Zelanda, una vieja amiga, sigue ganando puntos. Y en otoño, al igual que en primavera, los árboles se sonrojan y los carretes en blanco y negro no tienen sentido.

Esta vez cambiamos los glaciares por los geysers. La fauna por la rapídisima afición a la geología con tanto mineral multicolor, tanto vaho sulfurado y tantas aguas termales.

Esta vez nos dio tiempo a ver algo de la cultura maorí, repasando “sociales”, y dejando de lado “natu”. Los ritmos de las matriarcas de las tribus son muy pegadizos; sus ojos bien redondos y primos hermanos del indio que nos acogió en octubre; y sus maneras enganchan, tanto si hablan de sus costumbres o su arte, como si bailan la “haka” con o sin All Blacks de por medio.

Me llama la tierra de los kiwis: yo hablo de mudanza y mi madre no me deja ni mentarlo. Me conformo con pensar que siempre me queda volver, porque siempre me sabe a poco. Al mismo poco que ocupa en el mapa.

lunes, 26 de mayo de 2008

En dos palabras

Apovechando que Inés pasaba por aquí, pues subimos hasta el norte. A Queensland, el Sunshine State, ¿bonito verdad? Y real. Ahí sí que tienen 300 días de sol al año. Y temperaturas otoñales de lujo.

Ésta es la Australia típica. La de postal. Porque vas en barco y cambia el agua de color en cuanto le ponen una pizca de coral al fondo. Ese mismo que da miedo pisar por si le aplastas la kelly a un nemo o le das un pellizco a parte de la Barrera, de la Gran Barrera, la de las corrientes de agua como la M30 y de las tortugas gigantes. La de las estrellas azul mono mecánico y los peces planos como un folio.

Nos dedicamos unos cuantos rayos del sol que sí que calienta, de ese de los 30ºC, y nos homenajeamos con playas recónditas perfectamente diseñadas para emocionarte en tu isla desierta particular. Una de las paradas obligadas en este nuestro hogar de acogida. Esta vez, con los tiburones de vacaciones y las medusas de interinas. Los alrededores de Cairns, el Cape Tribulation, que tiene nombre y apellido de Lost. Playas que acaban en jungla, y al revés. A lo Lost. Que no lo veo. Pero tiene que ser así. Y allí tiramos de sonidos de animales que reptan, ramas que crujen y la luz de la luna como única linterna.
Hoy paso de la gente. Hoy ración de fotos propias y heredadas de lo que han visto nuestros ojos. Porque lo vale.

lunes, 19 de mayo de 2008

Veni, vidi, vinci

Hace ya un mes que decidía celebrar su cumpleaños aquí conmigo. Cumplió entonces su promesa de venir a verme a Sydney. La promesa que me hizo allá en agosto, aún cuando yo todavía no le había dicho que me tocaba Sydney. Y llegó, como si nada, como si hubiera cogido el 21 que pasa por Quintana, a la terminal internacional donde la recogí.

Y como si la hubiese visto ayer. Puede decir que ha visitado todo lo visitable. Que la ciudad ya no tiene secretos para ella. Que se ha hecho amiga de la lluvia y el frío porque a su pesar no le ha quedado más remedio. Y que lo más ilusión le ha hecho ha sido su foto con el koala, opá! que a punto estuvo de meter en el bolso.
A Inés le encantó el surrealismo de ver breakdance en la Ópera. Contemplar el skyline nocturno desde Darling Harbour. Y pasarse dos semanas de avión en avión. Porque aterrizó en Sydney, sí, pero conoció los aeropuertos de Melbourne y Cairns pasando por Townsville.

A lo tonto coincidimo más bien poco, entre ferias y oficina. Pero a mi me toca decir que no con todo el mundo he estado en las profundidades marinas. He saludado lagartos en la selva tropical o he compartido cena de carne de canguro. Muy raro verla y recordar nuestra despedida en septiembre. Pero unas risas pensar que no ha cambiado nada. Que sigue trabajando mucho, que sigue teniendo acento asturiano y que aunque diluvie tiene que estrenar sandalias, sí o sí.
Inés, Inés, Inesita...que cualquier día te me apareces otra vez por aquí con el macuto y tu antifaz nocturno. Que te gustó mucho esto.

martes, 13 de mayo de 2008

Take it easy

Pues el caso es que así a lo tonto casi se ha pasado un mes desde que cogí una tabla por primera vez, y también por última. Me da rabia estar tan poco centrada, tan desactualizada y tan y tan. Porque me apetece sentarme y escribir y describir en condiciones el último mes, extraño e inversamente proporcional a todo lo bueno que ha pasado. A todas las visitas. A todos los viajes. A todo el caos de ése que se disfruta. A las idas y venidas.
Y a las recién llegadas.

Decíamos ayer que las ciudades no tienen aceras, que las palabras se repiten dos veces, que yo lo que soy es Ms, con mucha sed y mucho humo negro en la retina. Tengo batiburrillo en la cabeza de gente que no hace nada. Y de calor sofocante del que atontona. Y es que hoy he dormido bien poco. Muy raro todo. ¿Qué raro esto, verdad?

El caso es que sin la posibilidad de reproducir imágenes gráficas, una pierde la emoción de enseñar al mundo el mundo que tengo por aquí. Me están arreglando la cámara. Y yo estoy en proceso de arreglar el caos disfrutado que comentaba. Vuelve la calma, no por mucho, pero sí hace ligero acto de presencia. Aquí la espero. Y en breve lo cuento.