En Sydney se estilan mucho este tipo de eventos. Y se agradecen. Y siempre al aire libre y alrededor de comida con la excusa de socializar. Hace poco tiempo vimos jazz en el Domain. Ahora tocó opera. Y si algo destaco de los australianos es su capacidad para organizar a las masas: no sé si es una habilidad aprendida a raíz de los Juegos olímpicos o si se trata de algo innato.
El caso es que todo está medido y calculado. Si hace sol, 500 voluntarios te ofrecen crema. Si llueve, seguramente hagan lo mismo con los ponchos esos estilosos. A la entrada, bolsas de basura de todos los tamaños; a la salida, esa mismas bolsas perfectamente recogidas y el césped impoluto.
Pasillos marcados a tiza sobre el verde y baños de quita y pon que relucen de forma poco habitual. Pantallas en puntos estratégicos y puestos de comida variados como las últimas plantas de los centros comerciales.
La gente es civilizada, responde y da gusto. Y ahí estamos los españoles para reivindicar lo nuestro siempre con la coletillas “uy, si esto lo hacen en España…”
2 comentarios:
Pues sería Sodoma y Gomera (como dicen por mi oficina). Y lo del silencio... bueno, estaría adornado con diversos:
¡Pépe!, ¡pásame el jamón!
¡Niño, te quieres estar quieto ya!
Tíralo al suelo que por un papel, qué más da...
Pero es que Spain is different ;-)
Isa!
Sólo con la poca práctica para estirar la manta de picnic dábamos el cante...eso y las voces de cuando hablas susurrando a gritos creo que nos delataron como foráneos...
(espero crónica a la berlinale!)
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