Nos fuimos de campamento. Ya avisé. De campamento de surf. Con clases teóricas y prácticas. Y con explicaciones sobre la formación de las olas, las presiones atmosféricas y las mejores playas para hacer surf. Dos días en los que empecé herniándome porque no podía con el cartapacio de tabla que me dieron. Pero oye, un par de briconsejos y enseguida nos mandaron al agua, a buscar la ola. Los cuatro pasos que nos explicaron, perfectos. Se me quedaron grabados a fuego y la ejecución, oye, también perfecta. Ahora, eso sí, la expresión artística, o el style como no dejaban de vocear, se me escapaba. De ahí los comentarios del de arriba.
Como os podréis imaginar, no hay video de mis dotes surferas. No eran tan frecuentes mis éxitos al levantarme como para poder captarlos en cualquier momento que se cogiera la cámara. Pero prometo que sí que hubo. Que me senté sobre la tabla, giré sobre mi misma al ver la ola, mi ola, y que me puse de pie. Un tanto rígida, pero llegué a la orilla de pie y todo. Nada de virguerías de tubos, giros y demás pijadas, pero me puse de pie. Aquellos que una noche de septiembre me visteis en una piscina sobre una tabla de windsurf, estaríais orgullosos de mí. Prueba conseguida.
También, y en letra pequeña, tragué agua, que el mar estaba tonto; caté todas las olas, hice malabarismos bajo el agua, y ahora no me puedo estirar del todo; pero eso sí, salí más que digna otra vez del agua con mi tabla bajo el brazo. Y otra vez herniada. Que es que yo no tengo fondo.